Parece que en el clima tropical todo se trata de bailes, risas, chistes, carnavales... "La vida en el mar es más sabrosa" "carnaval es para reír, no hay que llorar" y así siguen la tónica muchas canciones tropicales.
En el trópico se acostumbra a contar chistes en los funerales, se ríen del que queda manco y lo llaman "el mocho", se adoran las panzas liposas y con orgullo se exponen y se burlan del que hace ejercicio. En nuestro divertido trópico, las mujeres en los bares toman nombres de artículos de trabajo típicos del lugar, a saber: la gabarra, la bananera, mango bajito, cosas así.
Casi nadie reflexiona, de hecho un museo, una galería o un club de lectura son rarezas, y sus integrantes son una especies de desadaptados que pasan por vagos. Reflexionar es una condena que algunos llevamos a cuestas, la depresión de ver como crece la ciudad a espaldas de su mar, que pocos ven el cielo nocturno pero se la pasan hablando de decretar felicidad en sus días, hasta se quejan de los días lluviosos como una especie de fastidio.
Nadie se toma un café para pensar en el porvenir, ni se lee un poema desgraciado en la plaza. Quisiera tomar un minuto y bajar la locura tropical y caer sobre realidades, porque aquí sigue existiendo como en toda la extensión humana, la frustración, el desasosiego, el luto, el absurdo aunque quieran callar sus gritos adoloridos en medio de ron, papelillos y silbatos.
A veces pienso que es por miedo, si es por miedo a escuchar la voz interior del humano pensante, por la cual se construye todo el aparato tropical de ruido y vacilón.
sábado, 4 de abril de 2015
Cápsulas depresivas tropicales: la alegría sin sentido.
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